
Por Mónica Macha | Diputada Nacional por el Frente de Todos
Si algo hemos construido desde la larga historia del transfeminismo es la capacidad colectiva de convertir a los problemas en políticas y a la exclusión y la violencia en encuentros, orgullo y victorias.
La exclusión laboral de personas travestis y trans es uno de los problemas más crueles de nuestra sociedad. Tenemos que decirlo de una vez y para siempre: no hay otros motivos del desempleo estructural de la comunidad travesti trans más que su identidad de género.
Es la violencia patriarcal que se traduce en desigualdades, estereotipos, odios, exclusiones y discriminación. Las personas travestis y trans son sometidas a una violencia estructural que articula género, clase y raza.
La ley de Cupo Laboral Travesti Trans, entonces, viene a reconocer algo negado, viene a que una población excluida tome lo que es suyo y que nunca debió haber sido arrebatado.
¿Cuántos de los que estamos hoy acá sentados hemos contratado personas travetis trans? ¿Cuántos de los que estamos acá hemos tenido compañeras travesti o trans en nuestras trayectorias laborales o educativas? Son el colectivo que no está, son quienes faltan, son quienes hacen la historia del otro lado, desde los márgenes, desde abajo, sublevadas e insurrectas, son las que reivindican el derecho a ser lo que queramos ser, son como decía la querida Lohana Berkins las traidoras del patriarcado. Y déjenme agregar que son también las justicieras.
Las voces críticas de personas habladas por el machismo suelen decir: “¿Pero están capacitadas?”, “Ahora hay que ser trava para conseguir trabajo?”. Reclaman la capacitación y el mérito, dos argumentos clásicos del neoliberalismo, para excluir a quienes ya están excluidos y que no han podido completar sus trayectorias de educación formal. Este argumento implícitamente cree que las personas travestis y trans no tienen capacidad laboral. Esto es de una violencia abismal. Es decir, profundiza la desigualdad. Es decir, propone una doble exclusión. Las personas travestis trans tienen una formación histórica en sus organizaciones y esos saberes que han construido son los que ponemos en valor, su mirada y su experiencia. No deberíamos olvidar que el trabajo tiene por definición misma un componente formativo. A la meritocracia le respondemos con justicia social. El argumento en rigor es el inverso: el Estado no está capacitado si no tiene personas travestis trans en sus estructuras.
Esta ley viene también a traer una discusión que ataca el corazón del patriarcado, ataca la noción de biologisismo. Hoy discutimos cupo laboral, pero estamos poniendo en agenda los mandatos biológicos y estamos desmontando el binamismo. Hoy estamos poniendo en el centro de la conversación política que no somos varón o mujer, que no somos lo que nuestros genitales nos obligan, que no somos la cárcel de un cuerpo.
Esta ley es la reivindicación de la desobediencia, es la fiesta justa y postergada del transfeminsmo, es la culminación de un proceso y la apertura a nuevos proyectos de vida. Este renacer de la comunidad travesti trans es también el renacer de nuestra sociedad. Esta ley demuestra que el trabajo dignifica y el orgullo politiza. Esta es la revolución del deseo.