
Por Diana Raab | Bióloga | Ex Directora General de Ambiente de la Municipalidad de Córdoba | Ex Jefa de UDAI ANSES
La declaración de Pandemia por la Organización Mundial de la Salud desencadenó en gran parte de los países del mundo, medidas jamás pensadas; pero directamente proporcionales a la crisis ambiental y social imperante.
Sí bien en algunos ecosistemas se puso de manifiesto la capacidad de recuperación de los sistemas naturales (sin la alta presión antrópica); también quedó al descubierto la fragilidad de los sistemas de control, cuando de bienes comunes se trata.
Investigaciones científicas y análisis de orígenes diversos señalan la evidencia indiscutible: la pérdida de suelo, el deterioro de la biodiversidad y la contaminación (de la mano de la deforestación, la expansión urbana, la extracción minera y el uso de sustancias tóxicas) sumado a la creciente desigualdad social y la hiperconcentración de la riqueza son los factores desencadenantes de la actual crisis sanitaria, cuyo emergente es el Covid 19.
Después de cuatro años de la gestión más corrupta de toda la historia del país, el recién asumido gobierno debió reconstruir y devolver el nivel ministerial a la salud; y en el ámbito social recuperar viejas herramientas, imprescindibles en este contexto ( AUH, Conectar-igualdad, Base de datos de ANSES para la IFE).
El peso de una sociedad con desigualdades tan profundas se aprecia en toda su dimensión y recupera la importancia de un estado con presencia activa que avance con políticas transformadoras y de justicia social. Así, durante la emergencia sanitaria, aflora con claridad el derecho a una Renta Básica Universal; como también es clara la impostergable necesidad de un mayor aporte de los sectores que en este contexto están por demas protegidos y cuya desmedida acumulación es parte del problema.
La salud como derecho indiscutido e innegociable, se presenta como el mayor bien en tiempos de crisis, ante la evidencia concreta y la oportunidad del momento; asumirla en su totalidad es el desafío.
El acceso al agua y a alimentos de calidad es la base de toda civilización a lo largo de la historia; y debe ser prioridad en el rumbo post-pandémico. Es imperativo un ordenamiento territorial participativo que contemple la producción de alimentos sanos, seguros y nutritivos ( con bases agroecológicas) y la comercialización en una relación más próxima al productor y teniendo en cuenta hábitos y tradiciones del consumidor. Espacios de convivencia con la naturaleza, que generen nuevas formas de relación y apropiación del territorio; el estricto cumplimiento de las normativas ambientales vigentes y la paulatina recuperación de ecosistemas altamente explotados. Son algunas de las propuestas que abonan la certeza de que es imposible plantear la salud de la comunidad independiente de la salud del ambiente y de las condiciones sociales.
Afrontar la Pandemia y generar cambios profundos, depende principalmente de decisiones y políticas públicas; es necesario para esto, generar ámbitos democráticos de participación abierta a todos los actores; y no es menor la trascendencia del replanteo personal y como comunidad para aportar, exigir, defender y crear mayor salud, en el amplio sentido de la palabra.
Concuerdo con lo expresado en su artículo. Es necesario decir que el único camino, para superar las condiciones de vida y de salud de la inmensa mayoría de los habitantes del mundo y que nos incluye a los argentinos, es que los sectores más ricos aporten lo necesario para lograrlo.
El ex presidente de Uruguay en un reportaje dijo: Los sectores más ricos de América Latina tributan el 20 % de sus ingresos y las otras clases ( la media, la trabajadora, los jubilados, desocupados e indigentes) aportan el 50 % de sus ingresos.