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Cultura(s) y cuidados en tiempos de Covid

Por Beatriz Carbel | Colectivo EPPII (Elaboradores de Protocolos Preventivos de
Intervención Integral

Son días de incertidumbre, preocupación y tristeza para todes, pero en especial para quienes trabajamos en el sector cultural. El arte, el placer y el trabajo se ponen en tensión en la segunda ola de esta pandemia. ¿Qué discursos del cuidado encontramos y cómo construimos esos cuidados colectivos?.

La crisis pandémica del Covid-19 habilitó el recrudecimiento de los discursos y prácticas de odio y discriminación, fortaleció los discursos moralistas y los reclamos punitivos, incrementó todos los índices de violencia machista y agudizó una gran crisis económica. El aislamiento, además de impedir el encuentro en espacios culturales, impactó en todo el tejido comunitario que una vez más organizó como pudo sus resistencias. El estigma recayó especialmente sobre los cuerpos feminizados, precarizados, racializados o enfermos y puso en tensión aquellas prácticas colectivas.
Protocolos, protocolos, protocolos. Aquella palabra comenzaba a instalarse en años anteriores como una necesidad para el abordaje de las violencias, pero hoy forma parte de todas nuestras relaciones sociales. Hoy leemos “todos los protocolos” en el anuncio de cualquier show o actividad comercial, una universalización biologicista que no logramos complejizar en la contención y la integralidad de ese cuidado social.
¿Cómo imaginamos un espacio cuidado? Algunas cosas aprendimos en este tiempo: La cultura de la precarización es uno de los principales problemas. El acceso laboral, mayor remuneración y estabilidad son políticas de cuidado urgentes, especialmente para las comunidades más afectadas históricamente: trans, travestis, no binaries, lesbianes, maricas, marrones, migrantes, putas, discas, HIV+ y mujeres, teniendo en cuenta siempre la interseccionalidad en la construcción de esas identidades.
Ahora bien, llama la atención el lugar que ocupa el placer, el arte y la diversión en la agenda pública. La criminalización de todo eso que parece no ser lo suficientemente importante para el sistema capitalista, avanza casi al ritmo de los contagios. Y el enojo y el castigo apuntan a quienes tenemos al lado, ese desborde rara vez apunta hacia las responsabilidades políticas más altas dentro de ese sistema.
¿Control o cuidado? ¿Cuáles son actividades esenciales y cúales no? ¿Cuál es mi responsabilidad individual o hasta dónde llega? ¿Podemos prohibir la noche? ¿Qué son los espacios cuidados, de qué nos cuidamos y cómo? ¿Qué hace a un espacio seguro? ¿Por qué un bar debe permanecer abierto y un show debe cancelarse? ¿Qué rol cumple el arte en el tejido productivo? ¿Qué hace al cuidado social? Es decir, cuáles serían las problemáticas sociales detrás de esa retórica del cuidado.
La discusión no puede ser únicamente abrir o cerrar los espacios artísticos y recreativos. El cierre es inminente ante la situación epidemiológica porque nuestras vidas debieran ser valor suficiente para cualquier política económica. La discusión es, una vez más, quiénes y cómo ponen el dinero para que tengamos casas en las que quedarnos, y también, cómo contenemos esa necesidad del encuentro y la expresión sin caer en políticas de represión.
Podemos pensar los espacios de producción cultural también como cuerpos vivos, algunos agonizan mientras se exige más policía, más inspectores, tapabocas que eviten el virus del aliento y el roce, declaraciones juradas de perfecta salud, alcohol en gel y termómetros al ingreso de cada recinto. ¿Serán estos los nuevos instrumentos de la producción cultural? ¿Qué impacto tendrán? ¿Cuántos y cuáles espacios cerrarán sus puertas para siempre mientras las iglesias y los shoppings siguen abiertos?.

Por otro lado, “la cultura” en singular y como objeto o campo uniforme resulta también un problema para pensar las políticas públicas. Es decir, las industrias culturales no son la única representación o campo de las culturas ni son uniformes en su interior. Entonces, salvar o cuidar la cultura resulta un slogan muy atractivo pero poco claro para construir un diagnóstico de la situación muy disímil que atraviesan empresarios, artistas, gestores y tantos otros integrantes de esa cadena laboral que afronta la crisis más profunda en su historia reciente. Y en apariencia, aquellas políticas públicas vinculadas al tejido de la cultura comunitaria se confunden con esa industria, se recortan o forman parte de la agenda de políticas sociales.
El reclamo de declarar la Emergencia Cultural nacional que comenzó desde el sector más precarizado y activista, toma cada vez más fuerza en las cámaras empresariales y la pregunta vuelve a ser la misma que al comienzo: ¿A quién vamos a cuidar y cómo? O como diría nuestra compañera Susy Shock: ¿Qué se teje en nombre de esta peste?.

EPPII – Elaboradores de Protocolos Preventivos de Intervención Integral
Somos un equipo interdisciplinario de profesionales de las ciencias sociales y los recursos humanos, educadores, trabajadores sociales, activistas transfeministas y gestores culturales. Ponemos en jaque las lógicas de reproducción de la violencias en espacios laborales, nocturnos y culturales pensando políticas de cuidado alternativas a la seguridad clásica y tradicional.
Podés conocer más sobre nuestro trabajo en @eppi.arg en Instagram o en nuestro dossier online bit.ly/EPPII_Web.

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